La ciudad fundada por Sancho IV de Navarra en 1180, conocida antaño como Villanueva de Tabira, hoy Durango, vio nacer un día de San Valentín -14 de febrero-, de 1943, al que con el tiempo se convertiría en uno de sus hijos más ilustres: Iñaki Azkuna Urreta.

En ese año de 1943, ocurrieron cosas que aquel recién nacido, de haber sido consciente de ellas, hubiese esbozado una tierna sonrisa, o al menos un “ajooooo”: el Athetic de Bilbao fue vencedor de la liga y de la copa del Generalísimo, al ganar al Real Madrid por 1-0; el nacimiento de Catherine Deneuve, actriz francesa y el estreno de Galileo Galilei de Bertolt Brecht.

No sabemos si es por casualidad, pero da la impresión de que al niño de Durango alguien le sopló al oído alguno de los versos del poeta de los Bosques Negros. Si uno los repasa, intuye en ellos ciertas premoniciones de lo que ha sido su devenir vital.

Verdaderamente vivo en tiempos sombríos//…¡qué tiempos éstos en que hablar sobre árboles es casi un crimen, porque supone callar sobre tanto sufrimientos!//… me gustaría ser sabio también// los viejos libros explican la sabiduría:// apartarse de las luchas del mundo y transcurrir// sin inquietudes nuestro breve tiempo.// librarse de la violencia,// dar bien por mal,// no satisfacer los deseos y hasta// olvidarlos: tal es la sabiduría.// Pero yo no puedo hacer nada de esto: verdaderamente, vivo en tiempos sombríos (“a los hombre futuros”. Bertolt Brecht).

Su infancia, como la de tantos niños de su generación, se pierde en la nebulosa feliz de la inocencia y en la idealización de la nostalgia. Pero, sin lugar a dudas, nació en tiempos sombríos.

Sus aitas, su familia y los padres jesuitas de Durango y de Tudela, completaron la educación del ya joven Iñaki a quien, por su afición a la bicicleta sus compañeros le llamaban “Anque”, apodo que hacía alusión a Jacques Anquetil, el corredor ciclista francés que consiguió, entre 1957 y 1964, cinco victorias en el Tour de Francia;  un gran ídolo para la chavalería de entonces.

Todo el mundo reconoce que la Medicina es una profesión que está en el rango de las actividades que exigen una vocación de superior categoría; que, incluso, algunos comparan con el amor, ya que requieren una atracción intransferible hacia su objeto, un espíritu de sacrificio y unas aptitudes específicas (Gregorio Marañón en “Vocación y ética y otros ensayos”).

No sabemos si Iñaki Azkuna, con tan sólo 18 años, menor de edad, vio con claridad y firmeza que quería ser médico y ninguna otra cosa; si tenía la divina ilusión de convertir el dolor en goce, la enfermedad en salud y la muerte en vida; reflexiones muy sofisticadas para elaborarlas un púber.

Lo que nos cabe ninguna duda es de que sí aspiraba a servir,  y que sus múltiples aptitudes fueron progresivamente revelándose.

Zaragoza y Salamanca dieron cobijo a su formación médica, y en la ciudad del Tormes descubrió muchísimas cosas, entre ellas al vasco más universal –si exceptuamos a Ignacio de Loyola-: Miguel de Unamuno. D. Miguel, un adelantado que amplió con su lucha los muros que cercaban la mentalidad española, y fue precisamente esa lucha uno de los rasgos más definitorios de la personalidad del filósofo; su constante “armar guerra” para despertar las conciencias adormecidas, su talante polémico e inconformista que llevó a Maria Zambrano a compararlo con un rebelde comunero de Castilla enfrentado a la Corte.

Azkuna maduró en la década de los 60. Una época de acelerados cambios culturales y sociopolíticos.

En el terreno musical sonaban los Beatles, los Rolling Stones, Jhonny Halliday, Serrat, “La nova canço”, Elvis Prestley, Gilbert Becaud, Bod Dylan, Donovan, Joan Baez, Atahualpa Yupanqui, y en lo nuestro el grupo Ez dok amairu etc… . En el plano filosófico Wilhelm Reich, freudomarxista,  autor de “La revolución sexual”; Hebert Marcuse – “El hombre unidimensional-; Louis Althusser, el filósofo marxista; Erich From “El arte de amar”-, etc…

En la poesía, la de la generación del 98, el 27 y todos los de la postguerra civil, especialmente Blas de Otero, así como los hispano americanos: Nicolás Guillén, Alfonsina Storni y muchos más.

Justo cuando recibió el título de Licenciado en Medicina y Cirugía –el 30 de mayo de 1968-, estalló el denominado mayo francés, una cadena de sucesos que se dieron en Francia, especialmente en París, durante los meses de mayo y junio de 1968, a consecuencia de la convergencia de protestas entre sectores de estudiantes universitarios y secundarios y el movimiento obrero. Sucesos que se extendieron como la pólvora por la República Federal Alemana, España, Méjico, Uruguay, Estados Unidos o Checoslovaquia.

Era la época del triunfo de la revolución cubana, el auge de movimientos guerrilleros izquierdistas en Latinoamérica, la Guerra de Vietnam y las corrientes antiimperialistas, antiyanquis.

Con el ambiente calentito, sociopolíticamente hablando, consigue una beca de la Facultad de Medicina de Bilbao e inicia sus estudios de radiología cardiovascular en varios hospitales de París, realizando posteriormente cortas estancias en importantes centros médicos de Europa y Méjico.

El 30 de diciembre de 1970, defiende su tesis doctoral, obteniendo la máxima calificación. Inmediatamente después -1974,1976-, alcanza los títulos de especialista en electrorradiología y aparato circulatorio, desarrollando su vida profesional en el Hospital de Cruces y en la Universidad del País Vasco –cátedra de Medicina Física y Radiología –en calidad de Profesor Asociado.

Fue precisamente en París donde coincidió con el que se convertiría en inseparable amigo: el llorado Prof. Juan Negueruela, fraguando una férrea amistad, comparable a la de Ramón Sijé  con el poeta Miguel Hernández. Fue también en la ciudad de la luz donde conoció a su esposa Dña. Anabella, bellísima e inteligente mujer mejicana (fallecida en 2012); la única persona que posiblemente le conoció  comme il faut.

Fue el Dr. Negueruela quien le contestó en el acto de recepción pública como académico electo de la Real Academia de Medicina del País Vasco, el 15 de abril de 1996, con un discurso titulado “Sanidad y Estado de Bienestar”. En su epílogo concluía que para el Dr. Azkuna el futuro consiste en corregir y avanzar en medio de la austeridad, haciendo una llamada a la acción por encima de la duda. Vivir es actuar –señalaba D. Iñaki-, y quien renuncie al temor y a la esperanza dé por pasada su vida.

Todos los que hemos conocido su actividad médica hospitalaria hemos apreciado su sólida formación, sus certeros juicios diagnósticos, y una extraordinaria capacidad de trabajo. Su vida era el Hospital de Cruces a full-time.

El destino le puso en la tesitura de elegir y, por tanto, de renunciar. Eligió lo más incómodo, lo más ingrato, lo más cruel a veces: la política.

Su dedicación a la gestión –en palabras suyas-, no fue algo premeditado ni casual, sino parte del devenir de su historia personal y de sus inquietudes, que ya se exteriorizaban desde los tiempos universitarios en Salamanca.

El primer paso adelante lo dio en 1979, cuando fue nombrado Presidente Electo de la Sección de Médicos de Hospitales del Colegio Oficial de Médicos de Bizkaia, cargo que se prolongó hasta 1981.

Fueron épocas convulsas en las que los jóvenes médicos de entonces soñábamos con un horizonte sanitario donde el bienestar colectivo fuese una realidad, fruto de una conquista social, y no una mera quimera o utopía.

A partir de aquí la vida política del Dr. Azkuna, la conocen todos ustedes: Director de Hospitales del Departamento de  Sanidad y Seguridad Social del Gobierno Vasco (1982); Director General de Osakidetza (1983); Consejero-Secretario de la Presidencia del Gobierno Vasco (1989); Consejero de Sanidad (1991), y desde 1999 hasta la fecha Alcalde de Bilbao.

Con motivo de una conferencia titulada: “Una mirada a la historia de Bilbao desde la Academia de Ciencias Médicas”. (24/1/2008), impartida en la Sociedad Bilbaína, el Dr. Franco Vicario señalaba,  al repasar los Alcaldes que había tenido Bilbao en los últimos 113 años, que el médico durangues, Iñaki Azkuna, ocupa desde 1999 la alcaldía de Bilbao. Cuando llegó a tan distinguido cargo, el escenario para la regeneración del Bilbao metropolitano estaba ya diseñado. A él le ha tocado completar esta ingente tarea. Hombre liberal, claro, diáfano, se ha enfrentado, con valentía, a problemas de convivencia entre los ciudadanos, manejando las situaciones conflictivas con una gran capacidad de diálogo y conciliación.

Su amigo Juan María Atutxa Mendiola, presidente de la Fundación Sabino Arana, dijo de Iñaki Azkuna: voz autorizada, reconocida, respetada; voz franca, voz libre, voz nacionalista; y, por encima de todo ello, para todos nosotros, voz querida, voz amiga.

Pasará a la historia como un tribuno de excepción, obsesionado por enriquecer culturalmente a su pueblo con ingredientes que satisfagan a todas las sensibilidades democráticas, pero implacable con los torticeros, malmandados y maleantes de cualquier ralea.

Estamos seguros que, como Jean Jacques Rousseau, Azkuna siempre asumió la más antigua lección de la sabiduría y el civismo; la de que: “No hay paz ni felicidad para los hombres si rechazan la moderación de los deseos y el respeto a la ley”.

El 5 de marzo de 2010, la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao y la Sociedad Bilbaína le concedió el premio José Carrasco/Máximo de Aguirre y el 7 de noviembre de 2012,  le distinguió con la insignia de oro de la Institución, en reconocimiento a su extraordinaria labor de conexión y cohesión entre la Comunidad Científica y la Sociedad Civil, desde los diferentes cargos públicos que ha ostentado a lo largo de su carrera profesional y política.

La muerte de cualquier persona nos lleva a reflexionar que la vida del hombre, como señalaba el filósofo Wittgenstein, es un conjunto de significados a los que hay dar sentido: EL SENTIDO DE LA VIDA, que nos obliga a tomar una determinada postura ante ella.

El Dr. Azkuna llenó su vida siempre al servicio del prójimo, como médico y como político. Y esta herencia suya es a la vez orgullo y consuelo. Bilbao es lo que es porque él fue lo que fue, y esto es imposible olvidarlo. Eskerrik Asko Goian bego Alkate Jauna.

Academia de Ciencias Médicas de Bilbao

(Bilbao 21 de marzo de 2014)